13.4.09

ENTREVISTA A CARLOS HERRERA: “ULISES GARCÍA Y LAS SIRENAS DE LA MODERNIDAD”



“Ulises García vivió su corta existencia dotado de un raro mal (…) El problema de Ulises estribaba en que su razón, fuera por una curiosa disposición de las circunvoluciones cerebrales o por una temprana influencia del entorno, era incapaz a responder a estos dos grandes modelos de pensamiento: (la dialéctica y la condicionada). Dado a su grado de evolución, Ulises debería hacerse hecho acreedor a la razón dialéctica; y en efecto, podía ver un aspecto de la realidad y su opuesto. Pero era absolutamente incapaz de obtener una síntesis. Peor aún: casi siempre encontraba iguales méritos —o deméritos— para otorgar similar crédito a una tesis y su contraria, enojosa cualidad cuando se trataba de tomar una decisión cualquiera o formular una opinión.” Así se inicia Blanco y Negro, o la razón contradictoria de Ulises García, laureada novela del arequipeño Carlos Herrera, quien en una breve visita a su ciudad natal desde París —donde trabaja como diplomático—, nos abrió las puertas de su casa y nos obsequió una amena entrevista que compartimos con nuestros lectores.

¿Cuál es su opinión con respecto a esta suerte de “boom” de la llamada narrativa de la violencia, expresado en obras como Abril Rojo de Santiago Roncagliolo y La Hora Azul de Alonso Cueto? ¿Está usted de acuerdo con la tesis de algunos que señalan que en ambas obras se manifiestan un tratamiento superficial de una temática tan delicada y complejo?

Me parece que en un primer nivel lo que el escritor tiene que hacer es escribir bien; por lo tanto no me alineo con ninguna tesis, y Santiago Roncagliolo y Alonso Cueto escriben bien sus novelas, cuyo espacio de desarrollo son estos años de conflicto. Pretender que puedan ser novelas explicativas o totalizadoras sobre el tema es absurdo. Han escogido temas de la época, han hecho una obra cerradita y bien construida en ambos casos. No creo que sea válido o legítimo criticarlos en tal sentido. En el pasado MVLL ha escrito 2 novelas sobre el tema, más ambiciosas, como todo lo de MVLL, que no me parecen satisfactorias desde el punto de vista…

Literario…?

Literariamente MVLL es siempre más o menos satisfactorio y no son sus mejores novelas; pero en fin, no vas a explicar lo que pasó en esos años a partir de Lituma en los Andes o La historia de Mayta, como tampoco a través de Abril Rojo o La Hora Azul. Ahora, está pendiente que alguien escriba en algún momento una gran novela sobre esos años.

No cree usted que con el Informe de la Comisión de la Verdad y toda la vuelta a la escena nacional de todas estas cosas que se mantuvieron calladas y ocultas durante el gobierno de Fujimori, ¿puede darse el caso de un forzamiento, una imposición de tratar el tema como una moda?

Miguel Gutiérrez ha hecho una serie de artículos sobre el tema de la literatura de la violencia, donde da cuenta de toda una literatura que no ha sido suficientemente difundida y que desde muy diversos ángulos o parcelas da cuenta de esos años. El Informe de la Comisión de la Verdad efectivamente ha tenido una importancia mediática considerable para poner esto en una palestra y darle de alguna manera mayor dignidad a proyectos literarios, testimonios y denuncias anteriores, pero que ya existían… Y entonces la literatura, como cualquier testimonio, es eso, un testimonio parcial. El problema es exigir, tener una pretensión mayor de lo que una obra literaria amerita o aspira. Ustedes empezaron preguntando por Santiago Roncagliolo: Abril Rojo me parece una muy buena novela más allá del tema y en segundo lugar no me parece que su pretensión sea la de ser un documento explicativo de todo un período histórico… Claro, está el peligro de la lectura equivocada que se le puede dar, y teniendo en cuenta que es uno de los primeros libros sobre la violencia en el Perú que tiene una difusión considerable —el premio Alfaguara le da esa dimensión—, siempre se corre el peligro que un lector inadvertido pueda confundirse, pero obviamente es una imagen del terrorismo que es necesariamente parcial. Recordemos que tanto por estilo como tratamiento la novela no tiene una pretensión histórica, ni tiene por que tenerla, Abril Rojo es una novela sobre un tema instalado en un tiempo-espacio preciso; por eso no creo que haya que pretender más allá de lo que Santiago Roncagliolo ha querido que sea.

Lo que se notó con la irrupción de Blanco y Negro y después con La Crueldad del Ajedrez, que si no me equivoco es del 97’, fue que su literatura es muy distinta de lo que se daba en la literatura peruana de esos días, que estaba caracterizada por ser monocorde…

Iván Thays sobre Blanco y Negro fue muy crítico al comienzo por diversos motivos; él me calificaba de muy realista, una especie de continuador, o avatar de Gutiérrez y de Reynoso, en fin, de ese rollo social; lo que me parece un poco absurdo (risas). Luego dijo que mi estilo había cambiado, que él no se había equivocado, sino que yo había cambiado (risas). Cuando comencé en el 95’, en el 97’ el gran éxito había sido el de Oscar Malca.

Al final de la calle.

Sí, que es un excelente libro, y que es un poco el fundador del movimiento de los noventa, que ha tenido exponentes afortunados y desafortunados… pero me vacila ese tipo de literatura.

¿Y Bellatin?

Claro, Bellatín es el otro gran exponente de la ruptura de esos años…

¿Cuáles son sus referentes en la literatura peruana?

Yo he leído desde muy chiquito, y mucho, pero he comenzado, más bien, leyendo clásicos. Homero el primero de todos. La literatura peruana he comenzado a leerla más tarde, bueno las Tradiciones Peruanas, sí… más tempranamente.

¿Y de los cuentistas?, por que su estilo es ciertamente de cuentista… de perfección relojera… ¿Ribeyro quizás?…

Ribeyro sí, pero más que Ribeyro a Cortázar. Pero un cuentista peruano formidable es Vargas Vicuña, sobre todo la concisión que tiene; ¿no se si lo leen todavía a Vargas Vicuña en la Universidad?

No… no se lo lee mucho…
¿Y Congrains Martín, Zavaleta?

Zavaleta tiene un primer libro, Los Ingar, que es fenomenal y que dentro del punto de vista de la literatura peruana es uno de los más importantes. Congrains Martín: “El niño de junto al cielo”, y luego su novela: No una sino mucha muertes. Oswaldo Reynoso, también cuando estaba en el colegio aún, que pese a su contenido estaba en los textos escolares (risas), pero también fue un descubrimiento. Igualmente Vargas Llosa que es también un maestro. Pero en lo que se refiere sólo a cuentos, específicamente cuentos: Cortázar.

Yendo hacia otros aspectos, hacia el oficio de escribir, ¿cómo escribe usted?, ¿cuáles son sus ritos?, ¿qué hace?, ¿escribe a un hora específica, o cuando puede?

Como todos, la mayor parte de los escritores que no vivimos de la obra literaria tenemos que acomodarnos con el trabajo; sin embargo no puedo darte una fórmula precisa. He contado algo de cómo escribí Blanco y Negro, por ejemplo, porque para escribir un cuento uno es mucho más, digamos, libre, en fin; la novela exige un disciplina mayor para mantener un continuidad, en Blanco y Negro existe eso: la disciplina de escribir todos los días, de darte el trabajo de un par de horas. Pero no siempre ha sido así, uno no tiene tantas posibilidades; por ejemplo ahora escribo más en las mañanas que en las noches, cuando comencé mi carrera literaria escribía siempre en las noches, sin imaginarme jamás escribir en las mañanas, pero por una cuestión práctica mi última novela, todavía inédita, la he escrito básicamente en las mañanas de los sábados, domingos y de las vacaciones; posiblemente por la cuestión de edad (risas), la cuestión de cambio de ritmos. Lo único que sí se mantiene es que hay que tener una disciplina mayor para escribir una novela que un libro de cuentos. Las crónicas del Argonauta Ciego correspondieron también a un, no un rito, sino a una organización cotidiana: en las mañanas me despertaba, pensaba en un par de temas que desarrollaba mientras viajaba en metro hacia el trabajo, y al medio día mientras almorzaba tomaba un par de notas, y en la noche escribía; por un cuestión de tiempo también, eso si, sin mucha continuidad; y es que en realidad soy muy perezoso (risas), entonces tengo que obligarme, claro. En el caso de Ulises García la obligación era terminar antes que naciera mi hija porque después no iba tener tiempo, cosa que pasó; entonces me hice un plan, que es el plan del libro, para terminarlo en tres meses, y casi llegué a hacerlo (risas). En el caso del Argonauta Ciego lo que pasó es que antes de ese libro yo había estado trabajando en una novela, cuando terminé me decepcionó mucho, la dejé tirada, pero quería regresar a Lima con un libro bajo el brazo, era una meta; me quedaba poco tiempo para retornar a Lima, entonces, al tener esta idea, este personaje, me hice un esquema para en dos o tres meses tener escrito un libro.

¿Y con quién comparte su trabajo a penas lo termina o lo está escribiendo, o cuándo lo termina inmediatamente lo manda al editor?

No, no… le doy cuarenta vueltas. En mi caso se lo doy a mi esposa aunque no es una buena lectora de novelas, no le gustan las novelas, ella es de poesía; siempre tengo algún amigo, alguna persona que me haga críticas. En el caso de Blanco y Negro por ejemplo, lo di a leer a un par de amigos y le hicieron críticas, algunas razonables, otras… en fin. Pero me demoré como cinco años en sacar el libro, porque el libro fue escrito esencialmente el noventa y salió recién el noventa y cinco. Pero no soy mucho de compartir en realidad, pero sí de darle muchas vueltas.

¿Y se ciñe mucho al plan, a la estructura?

Depende mucho, en el caso de Blanco y Negro me ceñí totalmente, el libro es una estructura, el tema es que se me ocurrió un día la estructura…

Y era cuestión de desarrollar…

Era justamente desarrollar, era una estructura de tesis universitaria. Pero en el caso de Gris el libro no estaba originalmente estructurado así, que son como cuatro partes, sino que estaba en tres partes, pero la primera versión no me pareció satisfactoria, entonces la cambié: saqué cosas, metí cosas que no me cuadraban. Tiendo a tratar de tener una estructura, por mi formación matemática, me encanta las matemáticas. La Crueldad del Ajedrez está organizada en siete unidades por tres períodos, me gustan mucho esos juegos porque por el mismo tema de que soy un ocioso (risas), tengo que darme claritos para llenar huecos.

¿Y la motivación?, teniendo el trabajo encima, y con la pereza que a muchos de nosotros nos aqueja (risas)… ¿de dónde saca la motivación?

Tengo un trabajo exigente como el trabajo diplomático, pero uno tiene que guardarse ese mundo aparte, no queda otra cosa. Ahora estoy terminando un libro —estoy revisándolo— que me ha tomado tres años, y aunque es más voluminoso que los anteriores —nunca había podido escribir más de cien páginas, este libro tiene 250 páginas aproximadamente—, es un libro más importante en términos de escritura, entonces me ha tomado más tiempo, ¿no?. Ahorita estoy un poco en la depresión post-parto, (risas), estoy esperando ver que pasa, de repente sale bien.


* Entrevista e imagen tomadas del Blog Auto de Fe. En la imagen: César Sánchez Martínez y César Belan, dos de los responsables del mencionado Blog, y entre ambos, el escritor Carlos Herrera.

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