28.4.09

OQUENDO EN LA POESÍA DE RUBÉN SOTO Y GLINIO CRUZ


Por Boris Espezúa Salmón

En este mes de las letras y la celebración del día del Poeta, escuchamos los versos de Vallejo cuando decía en el poema “Traspié entre dos estrellas”: “Amado, sea aquél que tiene chinches, el que lleva zapato roto bajo la lluvia, el que vela el cadáver de un pan con dos cerillas, el que se coge un dedo en una puerta, el que no tiene cumpleaños, el que perdió su sombra en un incendio”. Todos estos versos con seguridad aluden al destino de todo Poeta, que es dramático, marginal, no reconocido y expresa de forma patética cómo es considerada la labor de los escritores en nuestro país. Pero como estamos acostumbrados a ello, y sabemos que el verdadero trabajo vocativo del escritor no es para esperar aplausos ni loas de la platea, el compromiso hay que continuarlo con la palabra que debe ser esculpida día a día.

Valga en esta ocasión hablar de Carlos Oquendo de Amat y de su tinglado que en las nuevas generaciones sigue teniendo sus flancos de influencias en nuestra región. Oquendo, fue nuestro gran vanguardista del siglo XX y asumió el trabajo poético no sólo con elaborada exigencia en sus versos, sino en el planteamiento del texto, es decir, en la forma de mostrarlo expresivamente a través de su propuesta cinética en sus Cinco Metros de Poemas, en perfilar el formato gráfico del libro, que, en esa línea, tuvo muchos continuadores como es el caso de Omar Aramayo, José Luis Ayala, Percy Zaga Bustinza y recientemente Rubén Soto Cruz, además que los mencionados también practicaron la estructura de la poesía oquendiana que continuará siendo el gran modelo para las nuevas hornadas de poesía, de ello pueden dar fe: Walter Paz, Gabriel Apaza, José Luis Velásquez, Eddy Sayritupac, Luis Pacho, y por cierto Rubén Soto y Glinio Cruz. Por ahora nos ocuparemos de la poesía de los dos últimos que merecen una especial atención y que revela que el oficio de la poesía tiene a inicios de este siglo una generación que puede posesionarse en forma más consolidada si se sigue la línea edificante que se avizora desde sus primeros trabajos que vienen produciendo febrilmente muchos poetas jóvenes, todos pertenecientes a este siglo XXI, como los mencionados y como Edyson Quispe, Saul Castellanos, Alexander Ligue, Fernando Chuquipiunta, Ubaldo Quilla, Alan Ever Mamani, César Machaca, Wilfredo Juli Anchapuri, Wilson Moya Cusi, Eleuterio Rufo y con seguridad muchos otros más. Unos más que otros vienen trabajando en poesía, y que muchos se darán de bruces, y otros pasarán el filtro de los elegidos, para quedarse en el parnaso.

Rubén Soto Cruz publica en el año 2002 Istalla y pasa de ser un homus faber a un homus ludens andino es decir a la fuente simbolista, pero que no se crea del andamiaje europeo, sino andino, en la elección de formas, grafemas y signos que contienen un juego lúdico y de textura verbal en su composición formal, como lo planteado por Carlos Oquendo de Amat y que equilibra con el temario de contenido andino, con bellas metáforas que logran en conjunto mostrar una resultado sorprendente de un cosmos, o mural hablado. Desde los caligramas de Apollinaire, al trabajo espacial de Eielson y Belli en el Perú, y por cierto de la irreverencia transgresora en lo formal de Oquendo, pasando por la propuesta mágica y de connotación ágrafa de los códigos andinos, prefiguran un escenario sideral donde se inscribe esta poesía, que evidencia un trabajo de afirmación y concretismo tanto en lo formal como en lo temático, que no está disperso sino que hacen una unidad que puede el autor desarrollarlo en una poesía original y puneña y que sin embargo requiere una propuesta mayor que le dé más consistencia, puesto que más allá del tinglado vanguardista, su legítima apreciación sería desde la vertiente andina, con sus postulados míticos, ritualistas y abiertos, que le posibilita estar más cerca de Churata que de los surrealistas franceses. Este derrotero dependerá del mismo autor y de la lección aprendida de nuestros predecesores que miraron más la influencia externa y no la interna, cuando en el escenario andino se tiene mucha riqueza tanto de contenido como de formas para impulsar vanguardias dentro de la tradición como lo advertía Omar Aramayo que nada tienen que envidiar o replicar de las canteras europeas. Por ello es que versos como: “Tus penas cernían el arcoiris y la tos era una rosa amarillenta en el salitrre / Putuko escarbado con cáscaras de incienso, una mano asperjando pupilas y pájaros”, expresan esa limpidez andina, el aire que se transparenta en la historia y el futuro del escenario andino, o el verso de: “Tú / poesía ágrafa / cactus inasible en la pupila pretérita”, Es un anuncio donde el autor debe plantarse y erigirse, allí está el perfil de su poesía a desarrollar, ese espacio inaudible entre la oralidad y el simbolismo andino, para mostrar nuestros rostros, en ello la apreciación de José Gabriel Valdivia es acertada al señalar que se trata de una versión churatiana sobre el gráfico-codicial-cultural que es necesario despuntarlo.

Glinio Cruz, es un poeta que silenciosamente sacó a luz en el año 2007 su poemarío A La Sombra de tus Párpados; contiene veinte poemas sin título, que podría entenderse como un solo poema de veinte fragmentos ya que el tema en realidad es único, referido al amor y al abrir un entorno privilegiado con el paisaje que desbroza con placidez poética. Sus poemas como lo remarcamos tienen la composición Oquendiana por ejemplo cuando en el poema V se dice: “Este silencio se descuaja, como el llanto de un niño extraviado”, y la palabra descuaja se encuentra fragmentada hacia abajo, aludiendo a un rompimiento o desmoronamiento, que nos recuerda el “Ascensor” de Oquendo hacia arriba del papel. En el mismo poema se dice en la parte final: “Sólo para que la noche siga creyendo que tus ojos son oscuros / y que tú la esperas con la lluvia en los párpados” También nos recuerda a Oquendo. Sin embargo hay que destacar en Glinio Cruz el esfuerzo en construir hermosos versos como: “El alba es una golondrina de luz que se despluma”, o este otro: “Sé que las mariposas han copiado la danza de tus manos, y sé también que esas manos son veleros que bosquejan la distancia”, El talento de Glinio Cruz como lo destacan las revistas “Oasis” y “Signo Ausente”, es de expectativa; en el primero Javier Nuñez se refiere a una macroestructura acuñada por Van Dijk, que representa el significado de un texto concebido como un todo único, a fin de determinar si el texto tiene unidad y coherencia global, y en la segunda revista, leemos poemas que no están en el libro de Glinio Cruz y que mantiene el mismo estilo de un equilibrio, de un lirismo bien elaborado con encabalgamientos oquendianos: “Tú sabes que humedecida por tu beso la lluvia llega a limpiar el eclipse de estas calles”. Rubén Soto tiene allanado más camino que Glinio Cruz, sin embargo, dependerá del lineamiento que emprendan desde el planteamiento ideológico-estético y social en su poesía cada uno.

Aquí tenemos la muestra de poetas que esperemos estar seguros que teniendo madera, puedan avanzar en las bases firmes y expectantes que ellos mismos ya han puesto a su empedrado camino de obstáculos, pero, que al final les esperará muchas satisfacciones, que finalmente irá para beneficio de los puneños y del país. Una dosis de estructuración de dar forma a un libro ya orgánico y mayor le esperaría a Glinio Cruz, así como a Rubén Soto, donde la aventura se convierta en compromiso, y el rol del poeta, se convierta en un imprescindible dialogismo de estos años sedientos de nuevos íconos y fundamentales autores.

* Publicado en el diario Los Andes de Puno (19 de abril de 2009). En la imagen: el poeta Rubén Soto, presto a calmar la sed (fotografía del poeta Alfredo Herrera).

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