1.8.09

ENTREVISTA A PEDRO GRANADOS POR CARLOS EDUARDO QUENAYA


A propósito de la visita del poeta y amigo Pedro Granados, quien estuvo por aquí hace un par de semanas para presentarnos su última publicación y compartir además un par de noches de bohemia, Carlos Quenaya le hizo la siguiente entrevista:


Pedro Granados (Lima, 1955) es autor de 10 poemarios, 3 novelas, un libro de crítica literaria en torno a Vallejo y otro e-book dedicado a la poesía dominicana reciente, así como de enjundiosos ensayos que circulan por Internet. Fue también jurado de la I Bienal del Premio Copé Internacional de Poesía, organizado por Petroperú en el 2008. Estuvo el viernes 17 en nuestra ciudad presentando su más reciente publicación: Soledad impura. Aquí un breve diálogo con él.

Existe un episodio que, imagino, debe haber marcado tus inicios literarios, me refiero a la cálida dedicatoria de Martín Adán a propósito de tu primer libro, Sin motivo aparente. ¿Puedes contarnos qué sucedió?

No llegaba a los veinte años y, lógico, a esa edad me atreví a llevarle mis poemas a Juan Mejía Baca para que se los diera a Martín Adán. Grande fue mi sorpresa cuando, luego de varios meses y al visitar otra vez aquella librería, aquél me dijera que tenía un regalo para mí… una edición del INC con la dedicatoria de Adán. Pero esto no es todo, ya hecho el vínculo (no con el poeta, a quien no conocí personalmente, sino con el librero), lo último que leyó en vida el autor de La casa de cartón —en su lecho de enfermo— fue mi segundo poemario, Juego de manos (1984)… lo leí en El Comercio.

¿Qué cambios percibes en el ambiente literario de finales de los 70s respecto al que se vive, digamos, en esta primera década del siglo XXI?

Es lo mismo, pero los actores se han multiplicado geométricamente… tal como la población general actual respecto a la de aquel entonces. Desde cierto populismo monitoreado, tipo Festival de Medellín, esto es un índice positivo de inclusión y de desarrollo de la democracia. Pero la poesía no se mide por ninguna agenda teórica o postura políticamente correcta; es arte (también) y, por lo tanto, es perversión, derroche o exceso. Y exige de los que la cultivan —y esto es acaso incomunicable, verbigracia, en un taller de poesía— un comportamiento atípico, ante todo al conformismo y la mediocridad. Me encanta hallar cada vez menos problemas de autoestima entre los jóvenes poetas, o al menos eso pareciera, pero continúa vigente aquello que urgía Rubén Darío a sus contemporáneos: conocer más el arte al que nos dedicamos.

¿Te sientes adscrito a la generación poética del 80?, ¿en qué compañeros de ruta reconoces alguna afinidad literaria?

Llegados a los cincuenta años, si tienes demasiada afinidad con lo que hacen tus colegas, mejor deja de escribir. Hacer poesía es cultivar una concha porque tienes allí una perla preciosa; es jugártelas por tu propio corazón… no es para ser un ventrílocuo o un parásito de nadie. Ahora mismo estoy solo.

¿De qué modo la Internet está transformando el circuito poético?, ¿qué puede perder o ganar la poesía en medio del actual diluvio comunicativo?

Leer subliteratura, para los que tienen oído, refuerza o moldea también el gusto. La net trae más de bueno que de malo; para empezar, uno no se halla condenado a caminar siempre en el patio propio. Sólo para los que procuran su pequeña fama de barrio no es la net; ésta nos conmina a cotejarnos y legitimarnos en el mundo entero.

Cuéntanos, ya tienes dos años como blogger… ¿qué sacas en limpio de esa experiencia?

Es maravillosa para mí… aquella mezcla de autismo y de repercusión gregaria que adquieren esos juegos solitarios. Es un auténtico consuelo siendo yo una persona, en el fondo, tan ad gentes… le permite a uno viajar y multiplicarse, sin dejar de estar, al mismo tiempo, anclado en algún específico lugar. Al principio, prácticamente coincidió con mi “retorno” al Perú, lo tomé como una manera de hacer público una serie de archivos que había dejado en Lima; luego entiendo que se ha tornado como una suerte de revista electrónica porque cuelgo cosas mías y de otros, por lo general, recientes. Sin embargo, finalmente, lo concibo como un curso —gratuito y a distancia— de literatura… todo eso que figura allí tiene que ver, aunque sea de modo curvo, con mi modo de leer —teórico y metodológico y ético— la literatura..

Hace poco colgaste un breve ensayo en tu blog, a propósito de una antología de Tito Cáceres Cuadros, sobre la poesía en Arequipa. Me llaman la atención tus comentarios, pero me quedo con la impresión de que no cargaste debidamente el tintero.

Soy una persona libre; es decir, cargo o descargo a mi aire. No quisiera que se me estereotipe ni, menos aún, complacer o no por mi tipo o talante de respuestas. Retomemos, más bien, aquello que llamó tu atención.

Entonces hagamos una pregunta más puntual: ¿habría algún aire de familia en los gestos de estilo que analizas?, ¿en qué términos es posible hablar de poesía arequipeña, limeña, o santacrucina?

Desde un punto de vista bastante escolar y elemental —tan deleznable acaso como el criterio del sentimiento del terruño— son absolutamente arbitrarios los criterios geográficos para delimitar literaturas. Pero si ninguno de estos nos resultan persuasivos, al menos pueden ser divertidos o entretenidos. Existen tantas verdades como interlocutores hayan; así, sin jerarquizar. La voz de la academia es sólo una de ellas; a veces de buen empaque, pero no pocas veces menos huachafa que la del adolescente sabelotodo o la del borracho que, para ponerse a tono con la conversación, nos dice, por ejemplo, que la poesía de Martín Adán es rica en verbos. Se comunican otras cosas, obviamente, a través de estos mensajes. Y compasión para todos siempre y permanentemente existe; para empezar, con el discurso de uno mismo.

Antes de terminar, háblanos de tu último poemario ¿qué representa, en el proceso de tu obra, Soledad impura?

Por un lado, completa la trilogía que va desde Juego de manos y pasa por El corazón y la escritura (1996); por el otro, debate en el Perú con Una impecable soledad… es, frente a esta obra de Luis Hernández Camarero, como la otra cara de la moneda. Finalmente, Soledad impura podría esbozar mi retrato más fiel.

¿Y qué proyectos tienes ahora?, ¿una novela, un libro de crítica, un nuevo poemario?

Por lo pronto, tratar de publicar en libro otros manuscritos. Por ejemplo, “Hitos de una vida continua: la poesía de Javier Sologuren”, que fue en gran parte mi tesis de Bachiller en Letras para la Universidad Católica del Perú (1987); y una colección de ensayos, todos ya publicados en revistas especializadas, titulada “Cinco ensayos deseantes: de Cárcel de amor a la última poesía española”. También me preparo a escribir otra novela breve, “Rompe una ola”, que creo continúa a las tres anteriores.

*Entrevista reproducida, con características propias, en el semanario El Búho, y luego en el blog de Pedro Granados de donde se ha extraído.

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