20.10.09

LA EPIGNOSIS DE ENRIQUE VERÁSTEGUI POR JOSÉ PANCORVO


LA EPIGNOSIS DE ENRIQUE VERÁSTEGUI

Escribe: José Pancorvo

Aparecido en el prestigioso sello de poesía Sol negro —en asociación con Cascahuesos, brillante nueva editorial arequipeña de poesía—, el nuevo libro de Verástegui, Teoría de los Cambios, es una vital contemplación de la totalidad. Comenzaremos recordando el pueblo, valle, río y torre llamados Berastegui o Verastegui, en la circunscripción guipuzcoana de Tolosa. El escudo de la villa está partido en dos mitades, una con San Lorenzo portando el libro y la parrilla, la otra con una torre a la que por una escalera un caballero sube llevando su lanza. Lema: Nobleza con Libertad.

Aquí la heráldica viene a propósito porque, lejos de ser la caricatura frívola que a veces aparenta ser, es una ciencia exacta cualitativa, es decir, una ilustración, una fotografía diríamos, de los arquetipos. Familiares, locales, regionales, nacionales —por eso algunos piensan que el Escudo nacional debe ser, será y es el sol radiante—. Y alrededor de los arquetipos suceden los cambios. Este escudo y lema —lo mismo hice con los blasones de Oquendo de Amat en la revista sanmarquina Dedo Crítico— prefiguran al poeta que, como el santo de la parrilla y el libro, arde y paga por servir a su muy elevado ideal. Y al poeta sabio que, como el caballero grada a grada, a través de varias ciencias, mismo Dante, asciende a la Sabiduría, la cual se representa alegóricamente como una dama enorme a la cual hay que subir por una escalera: así está representada en un bajorrelieve de Notre Dame de París, así como en vitrales y esculturas de Chartres y Laon. Para obsequiarle la rosa de un corpus poeticum.

Por que en este libro, lleno de vitalidades, se recorren la filosofía y las ciencias políticas, matemáticas y sociales. Aunque en el Perú hay gigantes de la denominada poesía pura, a la que se dedicaban con exclusividad, como Eguren y Westphalen, no son menores los que, además, nos muestran una poesía de fuertes saturaciones y connotaciones ideológicas, como Vallejo y Martín Adán; del círculo de González Prada y después comunista el primero; el segundo del entorno de Riva Agüero, y siempre católico reaccionario. En Verástegui hay una ascención de ideas poéticas con una nota muy fuerte de conocimiento. De lo relativo cambiante, de lo absoluto, y de sus interrelaciones.

En su búsqueda de universalidad —y, como se sabe, katholikos en griego significa universal—, destaca su mención de la gnosis. La gnosis que demuestra que lo infinito / está en lo finito / donde está, realmente, el universo. La palabra gnosis, a fuerza de ser abusada, tiene dejos de temas heteróclitos u oscuros, pero es la palabra más normal y consagrada del mundo: figura decenas de veces, y siempre como algo bueno, en el texto original del Nuevo Testamento, y centenas de veces en forma de derivados: prognosis, kardiognostes —conocedor de los corazones—, diagnosis, epignosis —conocimiento cabal—, y muchos otros.

En el escudo familiar Verástegui, confluyen hacia el centro, en forma de aspa, cuatro caminos dorados sobre campo verde. Prefigura también la síntesis que persigue Verástegui de los diversos conocimientos por sus vetas más bellas y vivaces y sobre los follajes más frescos y espontáneos. Síntesis expresada como en una rosa de oro: Extiendo la punta de mis dedos para tocar una rosa, / con la mirada concentrada en el centro místico. Con ello Enrique Verástegui se convierte en un Midas de la poesía. Transforma en oro de alto poema hasta a un alka-seltzer: Mi alka-seltzer es la razón, que embellece al mundo.

Razón: ratio en latín, logos en griego —pues “logos” no sólo expresa ser la palabra sino el contenido—. El alka-seltzer se convierte en un símbolo de la gnosis legítima; se convierte en una aparición, como el sabor del bizcocho de Marcel Proust. Y el universo también se aparece como un alka-seltzer que burbujea dentro de la epignosis poética de Verástegui. Como un reloj de Dalí, pero esta vez efervescente, vívido y eficaz. (Dicha de comprenderlo todo. / El Ángel Enrique demuestra que el 1 / no existe y que teoría de mundos múltiples/ son flores: el Espíritu es todo el poder del universo.) Un reloj sin manecillas que marca la hora cero gloriosa y burbujeante.

*En la imagen: José Pancorvo, Paul Guillén y Enrique Verástegui. Tomado de Sol negro editores.

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