20.12.09

PEDRO ESCRIBANO Y SUS HISTORIAS DE ESCRITORES EN “ROSTROS DE MEMORIA”


EL COLECCIONISTA DE ANÉCDOTAS

Desde Ricardo Palma hasta Mario Vargas Llosa, nuestros héroes literarios muestran sus más humanas historias en riguroso y divertido anecdotario escrito por el periodista Pedro Escribano.

Por: Enrique Planas

Las buenas historias sobre escritores flotan en el aire. Muchos pueden recordarlas, varios las recitan, pero pocos han sabido escribirlas sin que ellas pierdan su gracia y frescura. Como si de piedras preciosas se tratara, el poeta y periodista cultural Pedro Escribano ha venido atesorando, una a una, anécdotas surgidas en tantas tertulias en bares y cafés, largas temporadas en bibliotecas, o conversaciones “off the record” con sus entrevistados. Ahora reúne todas las que sabe en “Rostros de memoria”, libro tan divertido como poético, que rinde homenaje y a la vez desacraliza a nuestro santoral literario.

“A mí me gusta leer biografías, incluso las leía por necesidad laboral”, comenta el destacado periodista y autor de “Manuscrito del viento”, uno de los poemarios más recordados de la década del ochenta. Escribano recuerda sus días como profesor escolar, cuando descubrió que relatando a sus alumnos las vidas azarosas de los autores conseguía despertar en ellos la curiosidad lectora.

Hay anécdotas que se agotan en diez líneas, otras que bien podrían componer un cuento: cómo Silvia Román logró llevar al altar al siempre escurridizo don Ricardo Palma, las irónicas cortesías de Abraham Valdelomar, la pobreza casi mendicante de José María Eguren, las réplicas de Alejandro Romualdo o la vez en que Raúl Porras y su joven asistente Mario Vargas Llosa fueron a comer pollo a la brasa con sus parejas a las puertas del Cinco y Medio. Y con ellos, Mariátegui, Chocano, Vallejo, Varela, Sologuren, Reynoso, Ribeyro, Bryce… todos ellos caricaturizados además por el travieso lápiz del dibujante cusqueño César Aguilar “Chillico”.

¿Podríamos decir que “Rostros de memoria” es un libro de chismografía literaria?

No, porque mucho de lo que se narra allí está documentado y, en algunos casos, confirmado por sus protagonistas o por gente muy cercana a ellos. Aunque, en verdad, pude haber hecho una cosa más morbosa: al investigar la vida de los poetas y narradores he dado con vidas secretas, amores e infidelidades, pero decidí prescindir de eso.

Es curioso: mientras los críticos literarios menosprecian lo extraliterario, a la mayoría de lectores les fascina conocer detalles de la vida de sus autores favoritos…

Pienso que detrás de una obra hay un ser humano. Yo, por lo menos, no me quedo con solo el producto estético. Seduce mucho también conocer la historia del autor. No por chismografía, sino por encontrar la dimensión humana del personaje. Detrás de los grandes libros hay historias, a veces más intensas y dramáticas.

En gran parte de las anécdotas, destaca un comportamiento típico de ciertos poetas. Son insidiosos, provocadores, carboneros. ¿Crees que estos rasgos definen a la mayoría de poetas?

Creo que no. Lo que hay en los poetas es egolatría. También hay celos que causan rencillas. Las grandes polémicas de los poetas no tienen que ver con discusiones estéticas, sino por un choque de egos. El gesto parricida no viene a ser más que el culto a sí mismos.

¿Los poetas, en el parnaso literario, son los seres más intrigantes?

¡Claro! “No hay que chocar con el alma irritable de los poetas” le escuché alguna vez decir a Marco Martos comentando alguna historia de ese tipo.

*Extraído del diario El Comercio del 19-12-2009.

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