16.8.10

WITOLD GOMBROWICZ, KRYSTYNA RODOWSKA Y KLEMENTYNA SUCHANOW


Por Juan Carlos Gómez

“En nuestro país la inteligencia, la sutileza, la razón, el talento, están indefensos ante toda clase de inferioridad proveniente de los bajos fondos de la sociedad, la miseria, las extravagancias, el salvajismo, las desviaciones y desenfrenos, el embrutecimiento y la brutalidad; por eso a quien llamamos intelectual ha estado siempre y sigue estando algo atemorizado… Lo único que quizás haya cambiado es que hoy en día esa violencia del inferior sobre el superior está mejor organizada…”.

Yo no sé si será por estas palabras que Gombrowicz escribió hace casi medio siglo, o por alguna otra razón, la cosa es que cuando pienso en Polonia tengo un poco de miedo aunque, lo reconozco, no esté amenazado por sus bajos fondos ni por ninguna otra cosa de la que tenga conciencia.

“Literatura na swiecie” es una revista literaria polaca que compite con “Twórczosc”, el órgano de prensa de los homoeróticos a juicio de la Vaca que publica mis escritos; los jóvenes hacen cola detrás de la primera revista y los más añosos detrás de la segunda.

Krystyna Rodowska, integrante de la familia de la Madame du Plastique, es una poetisa polaca ilustre y eximia traductora, publicó en “Literatura na swiecie”, “El jueguito continúa”, una nota que no está nada mal en la que hace reflexiones sobre “Cartas a un amigo argentino”, el libro editado por “Emecé”.

En un momento determinado del escrito se pregunta sobre mis verdaderas intenciones.

“¿Qué es lo que se esconde detrás de esa determinación y de esa obsesión con la que ahora Gómez se está esforzando por conseguir la gloria, no solamente la del querido ‘Maestro’, sino también la suya?”.

En ese tiempo Krystyna Rodowska mantenía un conflicto amargo con Klementyna Suchanow y con la Vaca a causa justamente del desempeño que tenía la joven gombrowiczida en la revista de los jóvenes.

“No sólo yo, sino todos los integrantes de la revista estuvimos de acuerdo respecto de su incompetencia e insolencia. Por esto, el nombre de la co-traductora que aparece en la revista no es abiertamente el mío […], de acuerdo a un buen consejo que me dio Piotr Sommer, pues Klementyna no merecía el respaldo que hubiera podido darle mi nombre […]. La actitud de Jarzebski hacia mí es de mala fe, lo hace para ponerse del lado de su joven amiga, Klementyna […] Jarzebski es un psicólogo tan capaz y listo como lo es Klementyna en materia de traducciones y escritura”.

Cuando la Suchanow vino a Buenos Aires y trajo en su cartera “El drama del ego en el drama de la historia”, una nota escrita por la Vaca, pensé que era una de esas jóvenes adoratrices de las que él me hablaba en sus cartas. Como a la oportunidad la pintan calva decidí aprovechar esta ocasión para desacreditar la actividad de Klementyna en Buenos Aires y para darle celos a la Vaca, entonces le escribí una carta uno de cuyos pasajes dio la vuelta al mundo.

“Klementyna Suchanow se vino con tu ‘El drama del ego en el drama de la historia’ debajo del brazo; nos comportamos como dos actores consumados, mientras ella destacaba tu actividad sobresaliente de investigador gombrowiczida yo le deslizaba sobre la mesa el ‘Goma’ de Henryk Bereza. Con apuro y muy poco interés cada uno leía, o fingía que leía, yo tu texto, y la Suchanow el del Viejo Vate […]. Ahora bien, ¿de dónde sacaste que Klementyna no me gusta?, me gustó y muchísimo, el que parece que no le gustó a ella fui yo. Date cuenta, la vi una sola vez durante siete horas seguidas al cabo de las cuales yo tenía, por la parte baja, unas diez ginebras encima. Al principio me pareció una espía tuya, una ayudante de la facultad, una especie de Vaca pero de un nivel más bajo, sin embargo, a medida que pasaban las horas y las ginebras, me empezó a deslumbrar su encanto, en parte espontáneo pero en mucho mayor medida, premeditado”.

“Cuando sacó una banana del bolso y se la comió ya era para mí una diosa de la juventud. No recuerdo ni media palabra de la conversación, lo que sí recuerdo es que pasadas más o menos dos horas empecé a tener ensueños eróticos con la joven, me imaginaba que se iba desnudando poco a poco, que empezaba a jadear, le recorría el pubis y los senos con los ojos de la imaginación, yo no participaba con mi presencia en ese sueño, era sólo para Klementyna, no la iba a atormentar a la pobre con mi aparición ni siquiera en sueños, y ella seguía revolviéndose los cabellos, cerrando los ojos… No me volvió a llamar, y yo, después de ese encantamiento que ella, por lo menos en parte, debió percibir, no podía insistir. Aunque sé muy poco de lo que hizo por acá es seguro que su paso despertó sentimientos variopintos y enamoramientos ocasionales”.

“Pero, che, ¿qué hay detrás de la Suchanow? Supe recientemente que en “Literatura na swiecie” no tienen una buena opinión de ella, dicen que detrás de esa carita inocente y bella (sí, sí, hermosa como Isabella Rossellini) se esconde una arpía terrible, una farsante desvergonzada, una arribista ignorante, gente de Polonia le está pidiendo a la Madame du Plastique, desconsolada, que le corte el paso en Buenos Aires, que no le dé apoyo, y la pobre Madame no sabe qué hacer porque la admira, es decir, la admiraba. Resulta que Klementyna hizo su segunda aparición rutilante por la Argentina, ahora como ponente en un congreso de literatura, esto me lo cuenta la Madame du Plastique que no es muy buena relatora que digamos: le interesa muchísimo el reino mineral, también el vegetal, el animal menos, las personas casi nada”.

“El día de la ponencia la pobre Madame du Plastique se vino a las corridas desde San Isidro con la esperanza luminosa de participar en la consagración de Klementyna, pero… La conferencia sobre las relaciones de la literatura polaca con la cubana (Gombrowicz vs Piñera) no despertó un gran entusiasmo; sus cuatro oyentes, entre los que se encontraba la Madame du Plastique con su marido, que igualaban en cantidad a los expositores, escuchaban atónitos la voz de la Suchanow casi inaudible que pronunciaba palabras ininteligibles a una gran velocidad, y eso fue todo. María estaba muy contrariada porque le había prometido una copia del texto de la ponencia, y no se lo había dado. ¿Un pubis farsante?, ¿unos senos ignorantes?, ¿los cabellos y los ojos de la Medusa?”.
Los investigadores de los pasos que han dado los hombres de letras en el transcurso de sus vidas son unos obsesos que persiguen los detalles. Gombrowicz carga sobre sus espaldas unos cuantos de estos especialistas, algunos de ellos forman parte del club de gombrowiczidas.

La Suchanow, verbigracia, está juntando papeles de Gombrowicz y sobre Gombrowicz casi desde el nacimiento y los cataloga con un cariño maternal, con el mismo que tienen los entomólogos cuando clasifican los insectos. El riesgo que uno corre al ponerse en contacto con estos investigadores especialistas es que, por la fuerza de la costumbre, nos conviertan también a nosotros en un papel.

Gombrowicz estaba harto de estos expertos come papeles y de los que le cuentan el culo a las hormigas.

“¿Qué impresión experimentáis al leer mi diario? ¿No la de un campesino de la región de Sandomierz que se ha encontrado en una fábrica agitada por unas tremendas sacudidas y vibraciones y se pasea por ella como si anduviera en su propia huerta? Aquí tenemos el horno incandescente, en el cual se fabrican los existencialismos, aquí Sartre prepara con plomo licuado su libertad responsable. Allá, el taller de la poesía, donde mil obreros, sudando a mares y en medio de una carrera alucinante de cadenas de montaje y engranajes, trabajan materiales cada vez más duros con un cuchillo superelectromagnético cada vez más afilado; allí, unas calderas sin fondo en las que bullen distintas ideologías, visiones del mundo y diversas fes. Aquí tenemos la vorágine del catolicismo […]”.

“Allá, más lejos, los altos hornos del marxismo; aquí, el martillo del psicoanálisis, los pozos artesianos de Hegel y las fresas fenomenológicas; después, las pilas galvánicas e hidráulicas del surrealismo o del pragmatismo. La fábrica, gimiendo y precipitándose entre estrépitos y torbellinos, va produciendo instrumentos progresivamente más perfectos que a su vez sirven para perfeccionar y acelerar la producción, de tal modo que todo se vuelve cada vez más poderoso, más violento y más preciso […]”.

“Pero yo me paseo entre estas máquinas y sus productos con gesto ensimismado y por lo demás sin demasiado interés, igual que si me paseara por mi huerta, allá en el campo. Y de vez en cuando, al probar este o aquel producto (como si fuera una pera o una ciruela), me digo: —Hm, hm…, era un poco duro para mí. O bien: —Al diablo con esto, es incómodo, demasiado rígido. O también: —¡No estaría mal si no estuviera tan caliente! Los obreros me lanzan miradas hostiles. ¡Acaba de aparecer un consumidor entre los productores!”.

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