19.3.11

GABRIEL RIMACHI SIALER: LAS MAFIAS EDITORIALES EN EL PERÚ O LA DICTADURA DEL “COLEGIO” SOBRE LOS ALUMNOS


Cuando yo era estudiante de colegio, recuerdo que usaba las enciclopedias de Escuela Nueva o Bruño que había usado mi primo Wenceslao hacía ya varios años (1 tomo de casi 800 páginas que contenían todas las materias que se estudiaban en cada grado, con cuestionarios y lecturas recomendadas, ejercicios y referencias bibliográficas para buscar en la biblioteca casera o municipal o escolar): y servían. Y pasaban de generación a generación: yo tuve una (la de mi primo), que usaron mis hermanos menores, y salvo los libros de historia (que cada cinco años actualizaba el nombre del presidente o datos históricamente importantes) toda la información continuaba válida. Con los años, las grandes editoriales como Santillana, Norma, San Marcos, Corefo, Hilder, Bruño, etc., han desarrollado una competencia tan canalla entre ellos, que los perjudicados son los padres de familia, que cada verano rezan para que marzo jamás llegue, pues en lugar de ser el mes del inicio de clases (mes donde por fin retornan los chicos a las aulas, termina el verano y las casas retoman el silencio), es el mes del robo impune a sus magros bolsillos. Los libros cuestan más de 100 soles (35 dólares, 28 euros) y cada alumno necesita entre 4 y 6 libros por cada grado. Súmenle a esto los cuadernos, el uniforme escolar (cada colegio tiene el suyo, porque eso es más “chik” y le da más “nivel” al centro “educativo”), los útiles de escritorio (lapiceros, colores, témperas, papel crepé, papel de colores, vinifán, tajadores, plumones, fólderes y un largo, largo etcétera), papelería para el colegio (un millar de papel por cabeza escolar para el colegio que, además y en el colmo de la desvergüenza y la conchudez, les cobra semanalmente por fotocopias). Así las cosas, se han venido vandeando y forrándose los bolsillos desde hace varios años, y no es novedad: del 100 % del precio del libro, un 30 % va para el colegio, un 10 a 15 % para el profesor y así se cierra el círculo delictivo que al final, es pagado sin chistar por el padre de familia, pues si el alumno osa fotocopiar el libro o simplemente no comprarlo por carecer de recursos económicos, es sacado del salón de clases, presionado en sus agendas escolares diarias, prohibido de rendir exámenes, citados los padres para ver por qué no pueden “darle a su hijo los libros que se le piden” (uno de mis sobrinos vivió eso un par de veces y tuvimos que amenazar a la profesora con llevar a la prensa para que se deje de vainas porque encima era un colegio estatal, y como nosotros habían varios padres de familia que no tienen uno sino dos o cuatro hijos y cada uno debe tener su propio material), y además de eso: cada año se renuevan los libros. Es IMPOSIBLE que un libro que un chico usa este año, sea usado por su hermano menor el próximo, pues cada libro ha sido etiquetado con un código de barras que un supervisor de estas “Editoriales” revisa de manera sorpresiva un día cualquiera, y si el “supervisor” descubre que uno de los ejemplares ha sido fotocopiado, el colegio “pierde” los privilegios y beneficios que la EDITORIAL hubo de ofrecer para asegurar la colocación de sus títulos. Si un escolar usa lápiz para escribir (desarrollar) los ejercicios del libro (que ya no es de consulta como en nuestros tiempos), el/la profesor(a) corrige con plumón o lapicero: ese libro ya no sirve para el siguiente año, para el siguiente hermano. Los libros se han convertido entonces no en textos de consulta, sino en fichas de desarrollo de una sola vida. Demás está decir que las obras literarias que se ofertan “libremente” dentro del Plan Lector (cada profesor es LIBRE de escoger qué título utilizará como apoyo para cada mes —eso es lo bueno— pero el colegio decide con qué editorial trabajar —eso es lo malo—) corren la misma suerte, pues es casi imposible que una editorial independiente compita ante la oferta de becas integrales de estudios para los docentes, sorteos de viajes al extranjero, autos del año, computadoras, pagos en efectivo, etc., que sortean las EDITORIALES entre los colegios y los profesores. ¡¡¡Qué generosos!!! Ojo al siguiente informe periodístico que ha destapado esta criminal forma de negociar con la educación escolar en el Perú.

Qué vergüenza…

*Tomado del blog de Gabriel Rimachi Sialer.

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