14.3.11

WITOLD GOMBROWICZ Y DAMIÁN RÍOS


Por Juan Carlos Gómez

Hubo un tiempo en que me dedicaba a estimular a algunos hombres de letras gombrowiczidas connotados mandándoles las cartas que Gombrowicz le había escrito a Flor de Quilombo y haciendo publicar en Polonia algunas notas escritas por ellos mismos.

Los resultados fueron exiguos, o para decirlo en un lenguaje culto: “parturiunt montes, nascetur ridiculus mus”. En cierto sentido el Pato Criollo fue una excepción, se animó a escribir un prólogo para “Gombrowicz, este hombre me causa problemas”. Después de que lo escribió las únicas razones que me decidieron a mantenerlo en el libro fueron, el prestigio indudable que tiene el escritor, y el incremento incalculable de la venta de ejemplares que imaginaba el Negroide Piquetero, habiendo sido esta última suposición completamente falsa como supe después.

En la Feria del Libro del año 2004 se homenajeó el centenario del nacimiento de Gombrowicz. Participé en una mesa redonda a la que dieron en llamar “Gombrowicz, ¿escritor polaco o argentino?”, junto al Pequeño K y a la Vaca recién llegados de Polonia. Y no sólo estuve con ellos, también estuve con la Hierática, el Pato Criollo y el Negroide Piquetero. Cuando promediaba el desarrollo de las ponencias ingresó a la sala un hombrecito vestido de negro con un moñito en el cuello. El Embajador de Polonia se inclinó ceremoniosamente, se trataba de un altísimo funcionario polaco recién llegado a la Argentina.

Para quedar bien, el Embajador de Polonia le pidió a la directora de la Feria que lo anunciara y la directora me lo pidió a mí, pero yo me negué terminantemente con una mueca de disgusto, entonces lo anunció ella.

Con mi gesto de desdén cometí una torpeza que comprendí luego. El hombrecito, pero altísimo funcionario de Polonia, se acercó a nosotros cuando terminaron nuestras exposiciones y nos saludó muy efusivamente mostrándose emocionado. El Pequeño K le preguntó entonces al hombrecito cómo era posible que lo hubieran emocionado tanto unas ponencias que se había pronunciado en español si éste era un idioma que él no comprendía en absoluto, a lo que el funcionario le contestó que se había emocionado por la emoción misma, una respuesta para la que nosotros no estábamos preparados pero que nos dejó completamente satisfechos.

Estaba discutiendo animadamente con los dos representantes del Instituto del Libro de Polonia sobre algunos aspectos del homenaje, en un momento determinado de la conversación le dije al Burócrata que si la Perdularia hubiera comprendido el español yo la hubiera conquistado.

La Perdularia esperó atentamente a que le tradujeran lo que yo había dicho y me respondió con una risa burlona: —¿Y para qué? De veras me puso en un apuro, y como no sabía que decirle le rogué que fuera más cortés, que se comportara como se había comportado la Argentina que nunca le había preguntado a España para qué la había conquistado.

En un aparte del cóctel, la Hierática, el Pato Criollo, el Negroide Piquetero y yo hicimos el juramento de los mosqueteros: —Uno para todos y todos para uno. Pero este juramento no soportó el paso del tiempo.

La mayoría de los Protoseres son empleados de sociedades anónimas que se hacen llamar editores. La carrera de estos Protoseres es tortuosa, algunos utilizan la ley del gallinero para progresar y otros terminan siendo lectores, como le ocurrió al Negroide Piquetero que poco antes de haber caído a la categoría de lector había publicado “Gombrowicz, este hombre me causa problemas” en Interzona, una editorial que posteriormente no pudo evitar tampoco su propia bancarrota.

Con “Gombrowicz, este hombre me causa problemas” ya en los estantes de las librerías llamé a la editorial del Negroide Piquetero para saber algo de cuál era el desempeño del libro. A más de informarme sobre el desempeño del libro la Hacker me comunicó que se habían mudado y que el Negroide Piquetero quería decirme algo.

Siendo la mudanza un síntoma de crecimiento o de decadencia que en sí mismo no me decía nada me quedé esperando a ver de qué quería hablarme el Negroide Piquetero.

En verdad lo único que tenía para decirme es que debía cortar porque lo estaban llamando por la otra línea, y ésta es otra de las técnicas que utilizan los Protoseres hijos de Gutemberg: la de darse importancia.

Pero yo había llamado para saber cuántos ejemplares de “Gombrowicz, este hombre me causa problemas” se habían vendido en un semestre.

Y ésta es la cuestión, si los libros de los otros autores tenían en promedio un desempeño semejante al del mío, entonces, la mudanza que hicieron del Centro a Palermo era un síntoma indudable de la decadencia de la editorial y la bancarrota debía estar próxima.

“Gombrowicz, este hombre me causa problemas” es un libro bueno, tiene una jerarquía que no es producto de mi imaginación. ¿Y entonces, a quién puedo echarle la culpa?, ¿a los lectores hispanohablantes que no lo quieren leer? ¿Y qué editor en su sano juicio, conociendo la perfomance de este libro, va a querer publicar “Gombrowicz, y todo lo demás”?

Si el Negroide Piquetero hubiera sabido de antemano los ejemplares que se iban a vender es seguro que no hubiera publicado “Gombrowicz, este hombre me causa problemas”.

Lo que yo debo hacer entonces es ocultar esta información y buscar un editor que comprenda el valor de Gombrowicz y aprecie el nivel de mis escritos.

Para el caso de que la historia de esta obra, a la que el Alfajor calificó de exquisita, hubiera empezado de otra manera quizás su destino no hubiera sido tan aciago, pero miremos con atención algunos de los acontecimientos que precedieron a su puesta en los estantes de las librerías.

Sin que esté tomándome la mano ninguna sombra interior que pese sobre mi alma con un sentimiento de culpa por alguna mala acción que hubiera cometido injustamente, debo hacer una declaración para hacerle justicia a un hombre de letras que no vaciló en ponerse de mi parte en los momentos decisivos.

En efecto, el Pato Criollo jugó un papel importantísimo en la publicación de “Cartas a un amigo argentino” y de “Gombrowicz, este hombre me causa problemas”, habiendo actuado en el primer caso sobre la Hierática de Emecé y en el segundo caso sobre el Negroide Piquetero de Interzona. La verdad es que el Pato Criollo estuvo presente con su ciencia infusa y sus poderes mágicos en las dos únicas ocasiones en las que los editores de papeles en la Argentina se ocuparon de mí.

Mis aventuras con el Negroide Piquetero empezaron en el café Tortoni de una manera amable, con el paso del tiempo entraron en crisis, y finalmente tuve que hacer las paces con él el día que presentamos “Gombrowicz, este hombre me causa problemas” en la Embajada de Polonia. Nos habíamos peleado a muerte, pero yo conozco la técnica para manejar a los negros.

Los negros son más parecidos a los animales que nosotros, los blancos, aunque los blancos ya estamos pareciéndonos bastante a los negros en ese sentido. Le temen a lo desconocido, se deslumbran con las cosas brillantes, son más sensuales y lascivos.

La cuestión es que resulta mucho más complicado hacer las paces con un blanco que con un negro, a un negro hay que sobarlo un poco, y ya está.

Cuando descubrí que era un negro mentiroso e irresponsable hablé directamente con uno de los dueños de la editorial utilizando cierta información escabrosa que me había suministrado el Perverso en carácter de venganza —le tenía mucha rabia, no solamente a él sino también a su pareja, Guadalupe Salomón apodada la Mejillona—, y el Negroide Piquetero empezó a temblar como una hoja.

Aproveché ese estado de terror a lo desconocido que se había apoderado de él, muy característico de las personas de su color, un pánico que le malograba la naturalidad del comportamiento, y entonces lo invité a sentarse a mi lado en la mesa de ceremonias de la embajada, cosa que hizo sin chistar. Luego, mientras los otros presentadores hablaban y hablaban sin parar, lo empecé a sobar, comencé con el hombro derecho, después bajé un poco y lo masajeé en las costillas y terminé sobándolo en la rodilla izquierda, terminé mi tarea derritiéndolo, estaba tan contento como un perro, quedamos mucho más amigos que antes de la pelea. Pero esta reconciliación duró poco tiempo.

La foto que acompaña a este gombrowiczidas es muy ilustrativa de la forma en la que me lo habían presentado. El Pato Criollo me había informado que el Negroide Piquetero resultó elegido el sex symbol de la poesía en un congreso realizado por las poetisas más señaladas de nuestro medio, y él estaba muy orgulloso de este nombramiento.

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