21.5.11

CARTA ABIERTA EN DEFENSA DE LA PLURALIDAD Y CONVIVENCIA DE POÉTICAS


La realidad no es legible de manera evidente. Las ideas y teorías no reflejan sino que traducen la realidad, pudiendo traducirla de manera errónea. Nuestra realidad no es otra cosa que nuestra idea de la realidad. Del mismo modo, importa no ser realista en un sentido trivial (adaptarse a lo inmediato), ni irrealista en el mismo sentido (sustraerse de las coacciones de la realidad); lo que conviene es ser realista en el sentido complejo del término: comprender la incertidumbre de lo real, saber que existe una porción de lo posible aún invisible en lo real.

Edgar Morin


El lenguaje poético es un patrimonio colectivo. Una urdimbre tejida en la arena de la diversidad. Nuestras tradiciones literarias siempre se han visto atravesadas por múltiples mutaciones que han ayudado a componer y descomponer el ovillado paisaje de la palabra. No en vano la palabra recoge la complejidad genésica de nuestra existencia. Así ha sido en el caso de la lengua española. Las literatura(s) panhispánica(s) (de acá y allá, en diálogo unas veces, aisladas otras) siempre han manifestado en su devenir histórico la riqueza de lo plural, el desborde de lo conectivo. No existe una deriva única de lo poético. Nunca se produjo una voz homogénea para toda nuestra tradición. Las tentativas de encerrar el lenguaje literario dentro de límites inamovibles han dado como resultado estructuras cerradas de pensamiento que trabajan en contra de la propia y esencial condición de la palabra.

Las personas que firmamos esta carta creemos firmemente en esta pluralidad poética heredada —a la que hemos tratado de contribuir activamente con nuestro propio trabajo— y por eso nos mostramos resistentes a cualquier forma de cierre normativo. Creemos necesario alzar un muro de contención ante actitudes que pretenden reproducir debates que «ya» no son legítimos —que, en realidad, nunca lo fueron— porque representan en sí mismos una agresión a esa misma pluralidad conquistada, al trabajo y legado creativo, teórico y vital de muchas poéticas y poetas precedentes y que recogen de manera natural el legado incuestionable de los padres de la modernidad poética: del romanticismo inglés y alemán al surrealismo pasando por Baudelaire, Rimbaud y Mallarmé. Ha costado mucho desterrar de nuestro campo literario el cainismo y la exclusión. No vamos a consentir ahora que vuelvan a reproducirse estrategias envenenadas similares. El debate de poéticas es necesario, útil el contraste filosófico, intelectual, en torno a la creación, pero siempre en el marco de un respeto escrupuloso a la diversidad y el disenso.

Por todo ello queremos reivindicar como legítimo y propio de la(s) poética(s) panhispánica(s) actual(es) los siguientes elementos:

Escritura(s). En plural. Modos del lenguaje que se encuentran. Ningún programa prescriptivo. Huellas. Rescoldos a modo de conceptos, de cruces, de intuiciones. Ninguna tabla de la ley. No sabemos. Quizá sean un modo de operar, de practicar la literatura. Ese acontecimiento ignoto. No sabemos. Disparan la semilla de lo por hacer y de lo hecho. No sabemos. Mueven a la acción.

Tradicion(es). En plural. Linajes incrustados, desde siempre, en nuestra modernidad, en nuestra memoria literaria. Linajes que se activan y se iluminan desde el presente y de los que debemos hacernos merecedores. Como afirmó Eliot, la tradición «no se puede heredar, y si la deseas debes obtenerla con gran esfuerzo». Cada poeta se forja y construye su tradición, su propia cadena de ejemplos y magisterios, y este esfuerzo es en sí mismo un acto poético, una intervención en el mundo. Puede ocurrir —y de hecho ocurre— que este esfuerzo ponga a prueba nuestra capacidad de asunción cognitiva o de mera comprensión, incluso a lo largo de toda una vida de esfuerzo. La dignidad e inteligencia vitales consiste entonces en asumir esta discapacidad en vez de darle el formato autoexculpatorio de lo incomprensible, lo hermético, lo bárbaro y despreciable. Imposible simplificarla, esencializarla, despotenciarla a través de marbetes o etiquetas reductoras. Imposible normativizarla en interés propio, mediante operaciones espurias de exclusión o ninguneo. Voces habitadas para nuestro presente y nuestro futuro.

Heterodoxia(s). En plural. Nunca una lectura unívoca de lo poético, no podemos aceptar como obvio ni la desaparición del habla ni el habla homogeneizada. La palabra poética implica desborde, intersubjetividad, entramado conectivo, intersticio, complejidad. Y significa todo ello porque dialoga con lo humano.

Poética(s). En plural. No hay una poética una que convierta a las demás en otras. No hay norma, no hay centro natural o tácito. Queremos (re)afirmar y defender el deseo y la probada capacidad de convivencia de poéticas diversas que han demostrado en los últimos años su resistencia a la codificación. No precisamos para construir o apuntalar una identidad la negación del Otro. No vivimos la alteridad como amenaza, sino como nutriente y condición necesaria para la construcción de nuestra posible identidad colectiva y personal.

Hibridez y Diversidad(es). En plural. Creemos que la poesía no es mercancía, no es hija de la rentabilidad económica. Tampoco de las ideologías. La poesía es una multiplicidad de pájaros, aves raris, aves migratorias, que ponen su nido en lo alto, alejado del manoseo y voracidad de las alimañas y carroñeros. No podemos, por tanto, hablar de «una» poesía, sino de «poe-diversidad», en constante vuelo, en constante cruce, en constante mestizaje. Y no enjaulada, sino libre, puede ser del mundo, desde el mundo, con el mundo. Pero siempre «haciendo mundo».

Pensamiento(s). En plural. Desconfiamos de los falsos dualismos (razón y emoción, realismo e irracionalismo, público y privado, naturaleza y cultura…) en los que se ha querido encerrar lo poético. Se trataría, como dice Miguel Casado, de «ampliar la noción de pensamiento, extenderla a todos los movimientos de la mente, a uno y otro lado de la conciencia, a todos los movimientos interiores del lenguaje que de modo constante nos recorren y atraviesan». En definitiva: destacar el carácter desestabilizador y genésico de la palabra poética como apertura del pensamiento.

Realidad(es). En plural. La relación de lenguaje y realidad es compleja, porque ambas son complejas de por sí y más cuando se relacionan, influyen, comunican. Es simplista y equívoco detenerse en un estilo o propuesta, en una sola manera de abordar esa difícil exploración de la materia (humana y no humana) que llegará a ser poema.

Subjetividad(es). En plural. Sin menoscabo de que cada uno/a pueda o quiera llevar la voz poética adonde crea conveniente. Todas las formas de enunciación tienen sentido y no seremos nosotros quienes juzguemos la pertinencia de lo que cabe o de lo que debe desaparecer.

Emoción(es). En plural. No codificadas, no predeterminadas en un calculado ejercicio de causa-efecto practicado desde las inevitables limitaciones del poeta sino trascendidas y reveladas junto a él en un proceso que hermana escritura y lectura, que convierte al lector en agente activo y co-productor de sentido.

Lector(es). Recepciones. Por todo lo anterior reivindicamos el respeto a la inteligencia y creatividad lectoras, a la libérrima capacidad de sorprenderse y sorprendernos de aquel que generosamente se acerca a un texto para darle vida; a su derecho inalienable de que nada ni nadie se haga garante ni faro de sus emociones, su criterio, su infinita libertad.

Así, queremos reivindicar la convivencia de poéticas, la pertinencia del debate crítico, la belleza de la pluralidad como alimento de lo creativo. Y rechazamos de manera frontal cualquier estrategia de apropiación, simplificación o reduccionismo literario.

Y para que así conste lo firmamos en Madrid a 17 de mayo de 2011.
(Benito del Pliego)

18.5.11

LANZAMIENTO DE “MISS O’GINIA” DE FERNANDO ESCOBAR PÁEZ Y “LOS DIARIOS SUMERGIDOS DE CALIBÁN” DE ERNESTO CARRIÓN


Mañana jueves 19 de mayo se realizará el lanzamos de los libros Miss O’ginia de Fernando Escobar Páez y Los diarios sumergidos de Calibán de Ernesto Carrión de la editorial Doble Rostro. La cita es en el Centro Cultural Casanostra (Wilson E-969 y Tamayo, Quito - Ecuador) a las 20h00,

Miss O’ginia será presentado por el escritor Huilo Ruales, y Los diarios sumergidos de Calibán por César Vásconez Romero. Los esperamos.

17.5.11

PRESENTACIÓN DE “CINCO MANERAS DE ARMAR UN TRAVESTI” DE CÉSAR CARRIÓN Y “LO QUE LOS CIEGOS VEN” DE CARLOS VÁSCONEZ


Cascahuesos Editores, el Centro Cultural Benjamín Carrión de Quito y la Casa de la Cultura Ecuatoriana, Núcleo de Azuay, de Cuenca, tienen el agrado de invitarles a la presentación de:

Miércoles 18:

Presentación de Lo que los ciegos ven (cuentos) de Carlos Vásconez.
Lugar: Sala de Conciertos de la Casa de la Cultura Ecuatoriana (Presidente Córdova 789 y Luis Cordero, Cuenca - Ecuador).
Hora: 7:00 p.m.
Presentan: José Córdova y José Corral.

Viernes 20:

Presentación de Cinco maneras de armar un travesti (poesía) de César Eduardo Carrión y Lo que los ciegos ven (cuentos) de Carlos Vásconez.
Lugar: Centro Cultural Benjamín Carrión (Jorge Washington E2-42 y Ulpiano Páez, Quito - Ecuador).
Hora: 7:00 p.m.
Presentan: José Córdova, David G. Barreto y Ángeles Martínez.

Agradecemos su gentil asistencia.

16.5.11

MIÉRCOLES 18 DE MAYO: UNA NOCHE NARRATIVA CON CECILIA PODESTÁ EN ALBAZOS BAR


La originalísima colección de cuentos «De cabeza sobre el pasto amarillo» de Cecilia Podestá, publicado bajo el sello de Punto de Narrativa, se presentará el miércoles 18 de mayo, a las 7:30 p.m., en Albazos Bar (Calle Berlín 172, Miraflores). Los comentarios de rigor estarán a cargo de los escritores Enrique Planas, José Güich y César Gutiérrez. Los asistentes recibirán una linda Agenda Perú 2011 de obsequio. ¡Nos vemos y a celebrar!

15.5.11

VACACIONES EN CUSCO CON VLADIMIR HERRERA


Por Leonardo Tariteno

Durante mis años de vida en Barcelona (1992-1995) tuve la suerte de conocer al gran poeta peruano Vladimir Herrera, a quien llegué por intermedio de Enrique Vila-Matas. Vladimir fue compadre de Osvaldo Lamborghini, creó y dirigió la revista Trafalgar Square y es autor, entre otros libros, del inolvidable Poemas incorregibles (Tusquets). Por alguna razón yo le caí simpático y nos hicimos amigos; tanto, que en un momento me dio cobijo en su casa, donde viví los últimos meses antes de tomarme el avión de regreso a Buenos Aires. Una vez en Argentina, a Vladimir le perdí la pista hasta que un día de 2002 aparecí en el aeropuerto de Lima por razones de trabajo. Contra todo pronóstico, mientras yo salía de la aduana con mis maletas y mochilas, vi a Vladimir entre la multitud que esperaba a los recién llegados. El estaba allí para darle la bienvenida a Montse, una de sus mujeres, pero todo parecía indicar que, “azar” mediante, también había llegado para recibirme a mí. Ninguno de los dos se pronunció ante el tipo de “casualidad” que el Don Juan de Carlos Castaneda llama “acuerdos”; el reencuentro no pactado nos pareció de lo más normal y enseguida aprovechamos para alojarnos juntos, con Montse y los niños, en el hotel Mamá Panchita. A los pocos días yo dejé el hotel, me fui por ahí a hacer mis cosas y volví a perder la pista de Vladimir. Hasta que hace unos meses recibí un comentario suyo, posteado en este blog.

La alegría que me produjo ese nuevo reencuentro no pactado fue suficiente para organizar un viaje al Cusco, donde él vive desde hace poco más de diez años. Y hacia allí fui en las últimas semanas, en unas vacaciones que incluyeron un raudo paso de ida y vuelta por La Paz, en Bolivia. De La Paz puedo decir que la ciudad me pareció bonita y agobiante, definitivamente luminosa gracias a esa belleza triste tan presente en ciertas urbes latinoamericanas. En el Cusco me sorprendió la convivencia del pasado mágico con el presente neohippie, y una mañana aproveché para escaparme al increíble (e inenarrable) Machu Picchu. Y entre una y otra experiencia me encontré en pleno viaje por la amistad con Vladimir, quien me llevó a su hacienda en Urcos, a las ruinas de Tipón y Sacsayhuaman, a la temible discoteca Las Vegas y a un bar en cuya barra Charlton Heston enamoró a Yma Sumac. En todos esos días yo anduve con un soroche abismal, afectadísimo por los más de 3 mil metros a nivel del mar de Bolivia y Perú. A Vladimir no le parecía raro que la altura me hubiera recibido con un abrazo demasiado fuerte para mí; lo que le extrañaba es que yo le hubiera contagiado el soroche, por cierto un mal en absoluto contagioso. “Esto siempre me pasa con los amigos, y no sé por qué” decía, resignado ante el que quizás era otro “acuerdo” que ninguno podía prever. A mí me encantó descubrir que, aún cuando sólo fuera por la taquicardia, el cansancio y el mareo, podíamos estar hermanados; tendría que haberme dado cuenta de eso veinte años antes, cuando lo conocí, pero nunca es tarde en cuestiones de amistad. Los amigos me dan orgullo porque me hacen sentir que estoy a la altura de su risa. Según un poeta que encontramos en un bar muy cerca de la Plaza de Armas del Cusco, el soroche ataca para quitarte algo no del todo bueno que traes dentro de ti. Ahora, ya curado, no sé si lo que terminó de limpiarme fue el soroche, la risa o la amistad.

*Tomado del blog Guyazi.

14.5.11

“POLVOS ILEGALES, AGARRES MALDITOS” DE FERNANDO MOROTE O EL ARTE DEL SEXO TRANSGRESOR


Por Fernando Carrasco Núñez

Si en su primera novela, Los quehaceres de un zángano, Fernando Morote presentaba algunas escenas de encendido erotismo, ahora, en esta segunda entrega, estos cuadros sensuales, apasionados e irreverentes constituyen el corpus medular de la narración. En tal sentido la novela Polvos ilegales, agarres malditos (Lima, bizarro ediciones, 2011) se enmarca dentro de la narrativa erótica, tendencia poco desarrollada en nuestro canon literario. Estructuralmente la novela presenta dos planos. Por un lado sobresale un narrador heterodiegético o tradicional que nos relata diversos pasajes de la vida exagerada de Judas, el protagonista, un ser desenfadado y lascivo. Estas escenas giran en torno a la vida sexual de Judas desde la pubertad hasta su decadencia, pasando por un largo periodo de plenitud y goce extremo al lado de innumerables mujeres; esta etapa de su vida abarca casi la totalidad de la novela. Un segundo plano lo constituyen los breves fragmentos donde se percibe a un narrador autodiegético o protagonista que dialoga y reflexiona con su interlocutor sobre temas vinculados a la vida matrimonial. Estas expresiones, muchas veces provocadoras e irónicas, toman la forma de sentencias o aforismos y funcionan como elemento dosificador entre un cuadro erótico y otro:

“—Después de 14 años de matrimonio, hermano, la única mujer a que no quiero hacer el amor es mi esposa”.

“—Carlos Monzón, el boxeador argentino acusado y condenado por la muerte de su esposa, declaró sin escrúpulos a la prensa: “Yo le pego a todas mis mujeres”.

“—Quizás debido a eso es que tantas mujeres se mueren todavía por Carlos Monzón”.

La prosa de Fernando Morote es correcta, además su agilidad y sencillez invitan a una lectura bastante fluida, aunque por momentos brillan algunas imágenes y expresiones poéticas. Notamos que a diferencia de su primer libro este mayor apego a la normativa actúa como un elemento limitante en el texto. Algunas escenas muestran diálogos con frases breves que son utilizados hábilmente para crear situaciones sugestivas o en otros casos manifiestamente descarnadas. Un elemento paratextual que destaca por su recurrencia son los epígrafes con letras de géneros musicales populares que van en sintonía con las pasajes narrados.

Un aspecto importante que debemos subrayar del plano de la historia, puesto que deja entrever un subtexto en la novela, viene a ser el carácter transgresor del protagonista. Y es que Judas siente disposición por el placer sexual con los seres de su entorno familiar. Ya desde la pubertad la madre y las tías le sirven para deleitarse desde su posición de voyerista. En su juventud este rasgo transgresor se manifiesta en su experiencia amatoria homosexual, en sus múltiples encuentros amorosos fuera del matrimonio con todo tipo de mujeres, así como su actitud de acosador sexual en la empresa donde labora. De otro lado, podemos añadir aquí el uso de espacios poco convencionales para el acto sexual como quioscos públicos, automóviles o cuartos de baño. Este personaje cuyo comportamiento tal vez nos remite al campo de los complejos es definido por Fernando Morote, en la nota introductoria, como “un hombre en plena crisis de la mediana edad, procurando su realización personal a través del sexo”. Pero la realización personal y felicidad absoluta a la que aspira Judas es la del placer sexual “ilegal” y constante que en algún momento lo arrastrará, inevitablemente, a su perdición social. Sobre este punto el escritor y ensayista francés George Bataille señala:

“El placer absoluto no es posible sin la transgresión de ciertas normas que todo individuo que busca la realización de sus deseos enfrenta tarde o temprano. He aquí que radica el dilema esencial de su decisión: renunciar a ciertas libertades individuales a favor de la convivencia comunitaria; o transgredir las normas y exponerse a la marginación, a la censura y al aislamiento de la sociedad”.

Como se puede inferir, el protagonista del libro Polvos ilegales, agarres malditos en su afán de alcanzar la felicidad plena opta por el segundo camino entregándose por cuenta propia a la marginación y a la censura social como se puede percibir en los cuadros finales. En suma podemos afirmar que en esta segunda novela Fernando Morote ha echado mano a su talento creativo para mostrarnos con acierto los rincones más oscuros y reprimidos de la condición humana configurando una de esas novelas eróticas notables que muchas veces se tienen que leer con una sola mano. En consecuencia, señores, el placer de la lectura queda doblemente asegurado. Buen provecho.

13.5.11

NOVENA PUBLICACIÓN INTERNACIONAL DE CASCAHUESOS EDITORES: “CINCO MANERAS DE ARMAR UN TRAVESTI” DE CÉSAR EDUARDO CARRIÓN


En un año prolífico en publicaciones, Cascahuesos Editores anuncia la pronta aparición de Cinco maneras de armar un travesti, el nuevo libro del poeta ecuatoriano César Eduardo Carrión y que será presentado en la ciudad de Quito en los próximos días. Considerado como una de las nuevas voces de la poesía ecuatoriana esta vez nos entrega un libro donde «son sobremanera incisivas las transformaciones que (…) ha efectuado en poemas y versos de varios poetas para elaborar sus Cinco maneras de armar un travesti» (Alexis Naranjo).

Sobre el libro:

«En Cinco maneras de armar un travesti, César Eduardo Carrión nos ofrece una riquísima y ambiciosa elaboración poética a partir de diversos poetas de la tradición hispanoamericana, entre ellos José Lezama Lima y Octavio Paz. Se trata de una aventura de reescritura, como se practica últimamente por varios poetas, como Maurizio Medo o Héctor Hernández Montecinos. Quizá el “travesti” del título alude a esos travestimientos de escritura que le sirven a Carrión como plataformas de lanzamiento de sus versos», nos dice el poeta uruguayo Roberto Echavarren.

Sobre el autor:

César Eduardo Carrión nació en Quito, en 1976. Estudió Filología Hispánica en Madrid y Comunicación y Literatura en Quito; y, actualmente, es Director de la Escuela de Lengua y Literatura de la Pontificia Universidad Católica del Ecuador. Ha publicado los libros de poesía Poemas en una Jaula de Faraday, (Quito, Dirección de Educación y Cultura del Gobierno de la Provincia de Pichincha, 2010) - Primer lugar del Premio Provincia de Pichincha de Poesía 2010; Limalla babélica, (Quito, Eskeletra, 2009) - Mención de Honor del VI Concurso Nacional de Poesía César Dávila Andrade de 2008; Pirografías, (Quito, Gescultura, 2008) - Libro finalista del III Premio Internacional de Poesía Joven “La Garúa”, 2007; Revés de luz, (Quito, Corporación Cultural Orogenia, 2006) - Mención de honor en el concurso Jorge Carrera Andrade del Municipio del Distrito Metropolitano de Quito de 2007; y los libros de ensayo ‘Habitada ausencia’: Historia y poética en la poesía de Javier Ponce, (Quito, Casa de la Cultura Ecuatoriana, 2008); ‘La diminuta flecha envenenada’: en torno de la poesía hermética de César Dávila Andrade, (Quito, Pontificia Universidad Católica del Ecuador, 2007). Es Miembro del Comité editorial de Ruido Blanco. Revista ecuatoriana de poesía, desde febrero de 2010 y ha editado el libro Fulgor del instante. Aproximaciones a la poesía de Iván Carvajal (Quito, 2008). También ha sido Miembro del Comité Editorial de País secreto. Revista de poesía y ensayo, que se editó en Quito desde junio de 2001 a noviembre de 2005.

9.5.11

MARTES 10: LUZ VILCA Y LUIS PACHO EN LA ALIANZA FRANCESA DE AREQUIPA


La Alianza Francesa de Arequipa invita a usted a la presentación de los escritores Luz Vilca (conocida poeta, promotora cultural) y del poeta puneño Luis Pacho (destacado intelectual que acaba de publicar el libro de poemas Horas de Sirena). Este evento se realizará a las 7:00 p.m. del día martes 10 de mayo dentro de la conocida actividad MARTES LITERARIO, y bajo la conducción de Gloria Mendoza Borda y Fredy Tito.

7.5.11

APARICIÓN DE LA REVISTA “TRAFALGAR SQUARE” EN BARCELONA


TRAFALGAR SQUARE Y SU TIEMPO

Melancolía, saca tu dulce pico ya;
no cebes tus ayunas en mis trigos de luz.
César Vallejo, Los heraldos negros

Trafalgar Square, revista de poesía y ficción, apareció en Barcelona en la primavera de 1983. El editor era Vladimir Herrera, y aglutinaba a un grupo de amigos —Cristina Fernández Cubas, Carlos Trías, Paula Massot, Enrique Vila-Matas, José Luis Vigil…— que se encontraban preferentemente de noche y a menudo en el mágico entrepiso del bar Astoria, al que se subía por una escalera desde el vestíbulo del cine Astoria, como si fuera una vivienda oculta o un lugar clandestino: la escalera, creo que enmoquetada, llevaba a un salón cuyos ventanales se abrían a la calle, como en un barco navegando sobre la ciudad nocturna. Estuvieron también cerca, en estos primeros momentos, Tomás March y Gabriel Giménez Emán, y después se unieron amigos de todas procedencias.

La revista fue como una plaza para conversar, como un mar que unía tierras firmes e islas, un lugar de confluencia que así definía su editor: “Es un lugar de encuentros. Citas de una cifra latina o quechua. Tenso límite de una forma en un acantilado. Revista de poesía, sí, y de ficción, donde la dulce Eulalia, por fin de olores y asonancias, es la adormidera junto a un lago lejano como la luna de un país simbolista, imaginista, lleno de verdadera fe y de prestigiosas fugas” (Vladimir Herrera, Trafalgar Square, I). A pesar de la abundancia de risa de ese momento, se creía en serio en la poesía y la literatura de cualquier lugar. Era una globalización avant la lettre, sin capitalismo salvaje, sin uniformización; era una ciudad ficticia, a la vez modernista y vanguardista; era un mar de orillas comunicantes: “es el texto de otro mediterráneo inmóvil y vagabundo, extraterritorial y fijo, a cuyas orillas, por ejemplo, Barcelona y Lima conversan”, dijo también Vladimir Herrera en Trafalgar Square, I. Todavía Barcelona no era el Titanic (aunque ya no recuerdo cuándo Félix de Azúa fechó el supuesto hundimiento de la ciudad), y en Trafalgar conversaban Barcelona y Caracas, Barcelona, y México D.F, Barcelona y Madrid, Barcelona y Nueva York, Barcelona y París, Barcelona y Londres, Barcelona y Santiago de Chile… Y esa conversación incesante llegaba a las laderas, a los campos, a la sierra, a la costa, a la selva.

Escribieron en la revista sus promotores, por supuesto, y también autores como Osvaldo Lamborghini, Luis Maristany, Toni Marí, Patrick Rosas, Laura Freixas, Héctor Libertella, Tamara Kamenszain, Jesús Ferrero, Óscar Collazos, Óscar Málaga, Julia Castillo, Miguel de Francisco, Antonio Claros, Alberto Blanco; se publicaron textos de Ignacio Prat, Carlos Germán Belli, Carlos Martínez Rivas; Armando Rojas… y otros muchos que valdría la pena de nombrar uno por uno, pues, si bien no todos se hicieron visibles luego en circuitos muy difundidos, siempre en los textos de Trafalgar estuvo el talento y el fulgor, siempre los escritores dieron sus textos a la revista con generosidad y amor al arte, como colaborando a un tono que, releído hoy, causa sorpresa por su frescura y su brillo, por ese raro don del talento que amistosamente quería ser visto, leído, gozado; pero que poco pensaba en venderse o promocionarse.

La revista se presentaba en cada número como una nueva sorpresa: las dos primeras se imprimieron en la editorial Laertes, que colaboró con su buen hacer; después, los números salían de las manos de Vladimir Herrera, convertido en tipógrafo y editor, y de Montse Badell, que a cada número rizaba el rizo de la exquisitez en la encuadernación. La forma podía ser desde hojas sueltas hasta una miniatura plegada, pequeña joya en su estuche, pasando por el conjunto de regalos tipográficos, con ilustraciones y formatos de página diferentes que fue el número 6. Colaboraron con sus diseños e ilustraciones artistas como Luis V. Flores, Hiroshi Kitamura, Javier Pagola, José Tang… Las correcciones de pruebas, en los bares aledaños a las antiguas imprentas del Poble Sec, ocupaban mañanas enteras; alguna errata se escapó después de una noche demasiado cercana.

La presentación del primer número, en el Astoria, fue un estallido: una noche larga en la que recuerdo a Luis Maristany con el brazo en cabestrillo (se había roto la clavícula), siempre entrando y saliendo por unas puertas secretas que sólo él sabía abrir; a Vila-Matas y Paula bellos y brillantes, a Cristina Fernández Cubas con sus fascinantes comentarios que definían la situación como dardos en la diana, a Carlos Trías épicamente disertando e inventando leyendas, a José Luis Vigil con sus apariciones silenciosas y cómicas, y cargadas de sentido; a Vladimir Herrera infundiendo vida a todo lo presente… Luego todos nos subimos sin querer al tren del tiempo, y algunos descendieron en su estación: Luis Maristany desapareció por una de sus puertas mágicas; nos dejó; también Osvaldo Lamborghini se despidió con su remota elegancia; nos dejaron hace poco Antonio Claros, y, muy recientemente, el eterno y bello adolescente que seguía siendo José Tang. Y llegamos a donde estamos ahora: Trafalgar ya forma parte de lo hecho y de lo recorrido; trazó un arco perfecto y luminoso, y nos dejó la posibilidad de empezar otra vez, con menos juventud y menos alcohol, pero siempre dispuestos a conversar y a dejar fluir la sagrada poesía. Todavía en el 92, en el último Trafalgar Square de esta época (casi diez años después del primero), Enrique Vila-Matas escribió sobre la tertulia del Astoria rechazando la nostalgia; tal vez ahora, casi 25 años después del comienzo, nos asaltaría, un paso más allá, la melancolía que hace vagos y hermosos los recuerdos, pero preferimos dejar que comience el nuevo arco de Trafalgar, ahora desde el centro mítico de los Andes peruanos, a orillas del río Vilcanota.

Helena Usandizaga.

* Tomado de Laguna brechtiana.

5.5.11

EDUARDO ESPINA SOBRE “LOS DIARIOS SUMERGIDOS DE CALIBÁN I” DE ERNESTO CARRIÓN


Los estados del yo ante la experiencia del efecto

Por Eduardo Espina

La poesía destaca su extrañeza ocupándose de la parte intacta de la inexistencia. Ante un acopio de circunstancias con valor agregado que no sabe si atribuírselas a la memoria, a la razón, o a los sentimientos, su palabra prefiere prescindir de cualquier afán de objetividad. Llega incluso más lejos: se encripta en una superficie textual demasiado abierta como para poder quedar definida al primer descuido. En ese desenlace, el pensamiento aprende a defenderse de todo, principalmente de la necesidad de encontrar respuestas a lo que todavía no ha preguntado. De igual manera que en su libro anterior, Demonia Factory (2008), Ernesto Carrión recurre en Los diarios sumergidos de Calibán (Libro I) a una escritura tal, expansiva, con la que interroga esa franja del habla desinteresada por mantener la continuidad lógica-lineal, y para articular en cambio una continuidad alternativa, llamémosla así, establecida en todo aquello que no ocurrirá enseguida en ese cúmulo de ideas al borde de la disolución, donde la palabra parece estar dando su testimonio secreto más allá del cual nada puede ser explicado.

Dejando a un lado la albañilería emocional, la palabra erige por contraste su fábrica de trazas en todo lo que le falta para conjeturar un propósito. Actúa a partir de lo que desconoce, mejor dicho, va hacia el desconocimiento señalado, replegándose en sus intentos de aproximación, en la desconfianza que tiene ante todo aquello que va descubriendo; no pierde la oportunidad de hacerlo. Algo de eso hay. Como todo pensamiento llevado a un descampado de ideas a partir del cual debe empezar a mirar de nuevo, la poesía de Carrión está al servicio de un núcleo caleidoscópico donde las palabras dejan de estar presentes en lo que dicen. Al poner a prueba la algarabía de su peculiar impulso, la escritura vigila para que nada complaciente sea premiado por la expresión. La disrupción desde el vamos de cualquier amague de lo obvio es cortada de raíz, para no dar la impresión de que eso puede llegar a suceder.

En ese hueco del habla tan propicio a recuperar para la poesía lo inaudito, la única opción es seguir diciendo hasta llenar el vacío o recurrir al silencio para vaciar más al vacío. Estableciendo su despliegue en una yuxtaposición multiplicada de datos, la mente rehúsa el protagonismo de lo lingüístico concreto. La ansiedad del ritmo viene acompañada de formas acústicas sacadas de aquello mismo que no describen inmediatamente. La premisa de estar presente sin hacer pública ninguna historia le otorga al habla poética una musicalidad que progresa en los tonos de una gramática cuyas únicas reglas habrá que encontrarlas en una conversación interior a la cual no resulta fácil llegar.

Esta lírica trabaja a favor de palabras con las cuales no se acostumbra hablar. Su cedazo es la sintaxis, prólogo inicial del derrape del pensamiento cuando apenas puede recordar lo que estuvo pensando (y no es olvido la causa de fondo sino sobresaturación de ideas, de objetos del no-raciocinio dispuestos a dejarse pensar). Esta estrategia de inscripción y borramiento simultáneos atenúa la entelequia insinuando hacer su aparición en cualquier momento. Paradójicamente, la inminencia de ese algo se vislumbra mejor cuando está a punto de desaparecer y lo incomprensible de la actividad del pensamiento deviene escritura tras haber quedado incumplida su actividad. La modulación de la voz es la narrativa de un registro performático. ¿Cuándo acaba, cuándo termina?

Nada precipita la puntuación —que aportaría la respuesta, ese indicio casi final— pues el movimiento en la sintaxis atrae a lo indescriptible. La fe en las etimologías obliga a un constante revisar del uso de las palabras, como si cada una quisiera ser lo más pronto posible una versión diferente de sí misma. Con sus fragmentos aislados, el lenguaje enfatiza un desvío cada vez más diferenciado, desparramando estados de poética durante los incidentes de su periplo, mediante los cuales establece alteraciones prosódicas en el sistema. La inestabilidad de los imprecisos límites del significado, actuando en oposición a la continuidad lineal en ciernes, exagera su incompletitud para destacar que está allí “en lugar de”, como si la voz personificara a alguien y cada fragmento replicara una diferencia anterior con la cual no puede ponerse de acuerdo.

Entre las palabras no hay nada que pueda estar todo el tiempo. El contenido apropiado proviene de un esfuerzo conjunto de acotada atemporalidad entre la sinécdoque y la metonimia que viene a confrontarse con las reglas anteriores respecto a los cambios a introducir en la escritura, la cual evita las anafóricas servidumbres de la prosodia. La colaboración constante de la sinécdoque con la metonimia redimensiona la resonancia en direcciones diferentes, dando la imagen de que el poema es un ventrílocuo con muchas voces dentro, el cual desdeña cualquier implicancia funcional con las circunstancias inmediatas aludidas por las palabras.

Debido a que percepciones rivales coinciden inexactamente en una lógica proposicional arrasada por la actividad de las palabras (una actividad, por cierto, tautológica), la ecuanimidad del raciocinio, si la hubo en algún momento, dura poco: hasta el momento en que el lenguaje, desdoblándose, suelta amarras, rompiendo las relaciones con su función, invirtiéndolas. En el prefacio de El retrato de Dorian Gray (1890), Oscar Wilde afirma: “Los que buscan bajo la superficie, lo hacen a su propio riesgo”. La poesía de Ernesto Carrión asume su “propio riesgo” al desplazar el lenguaje hacia territorios ya no controlados por motivos temáticos. La curiosidad irrestricta del lenguaje, tras constatar que ha llegado a un lugar donde no había estado antes, pone lo impropio al alcance de su expresión. La palabra raspa situaciones, tiene corazonadas indispensables que mantienen vigente su obstinación auto-referencial, vilipendiando pensamientos que pretendan obligarla a actuar de otra forma.

De allí que el poema sea un santuario de muchos “por qué” y “cómo” que permanecen sin responder. El lenguaje pasa por los problemas que le salen al paso articulando un criterio operativo para hacer valer lo extraño. Puesto que representar lo animado puede ser difícil hasta de oír, la poesía pone a prueba la comunicación secreta de las palabras cuando sin metro legitiman una música animada, porque en la lírica de Carrión el ritmo crea el sentido, deja escuchar aquello que no tiene nombre, pero que es parte de algo a ser denominado, de una representación condensada que se está formando sin saber cuál ha de ser su destino. El lenguaje llego demasiado temprano y no sabe qué más puede hacer con sus palabras, mejor dicho, lo sabe muy bien y por eso interpela todo lo que se le presenta para ser representado, incluso aquello que ha llegado sin habla pero con la forma de vértigo y acopio ante el desconcierto de la razón.

La poesía de Ernesto Carrión, en tanto estado de desciframiento de un porvenir inaudito en la red lingüística que la constituye, cobija un ccuestionamiento del yo emocional, del signo literario como tramo a instancias de la experiencia. La aspiración a una singularidad subjetiva absoluta, con su propio sistema de disimilitud, incluye, aunque no siempre, la neutralización de la desemejanza. Recupera lo que pensábamos no existía y al articular su plan fuera de las reglas de juego los límites del universo se adaptan a los borrosos límites del lenguaje, que son en cierta manera los límites naturales de la sensibilidad, no la del yo poético, sino la del lenguaje mirándose en el espejo de lo indecible.

Con esta consigna, la poesía de Carrión instaura un espacio engañoso que permite ver a través del habla, expandiéndose hasta más no poder. Sin embargo, esa mirada elástica, proclive al non-stop, impide ver todo de un saque ya que vive de retacear los esfuerzos de la visualidad. Es un espacio reservado para la desmaterialización del mundo una vez que el lenguaje ha pasado por allí. Adyacente a la experiencia poética neobarroca, la de Carrión también se instituye como muro sonoro de renovación contra la poesía de la experiencia que vino a reemplazar la proclama política (tan propia de gran parte de la lírica de los años sesenta) por un insoportable confesionalismo emocional que no es sino más de lo mismo, anecdotismo y yo lírico exhibiendo un descarado intimismo. Aquí eso no tiene cabida.

La lírica de Carrión restaura premisas que no habían sido tenidas en cuenta. Su embate de totalidad intencionalmente incompleta va a la inversa, a la caza de aquellas huellas que la hicieron como tal. La escritura construye su aposento de dicción en las escisiones, donde el tramo a recorrer entre una fisura y otra exige una lentitud aplicable a todo el trayecto. La palabra erige su poderío en base a discursos que se conectan con un espectáculo incluido entre líneas, obligando a la escritura a no detenerse hasta que deje de pasar algo en la promesa permanente de sentido.

Las palabras viajan de un lado a otro llevando con ellas los significados dispersos que han venido para estar en discordancia, para establecer la frontera de su dicción en lo remoto del pensamiento, en todo aquello que no puede ser considerado un detalle menor, y de ahí la idea de desplazamiento, de viaje sin itinerario poniendo a prueba la movilidad de su destino. En medio de esa trama epistemológica incauta (hay una modificación de la cual derivan definiciones inexistentes), la experiencia da lugar al procedimiento, y lo transcribe hasta tenerlo demasiado encima, con todas sus resonancias a cuestas. No en vano, el temperamento del tono administra todo lo que ocurre cerca apartado del significado, esto es, lejos de los significados que pueda ofrecer el mundo empírico, para expandirse en el interior de una música que no sabe cómo ha llegado hasta ahí, la cual ha pasado a depender de los efectos que retarda. Por consiguiente, esta escritura del ritardando privilegia ritmos homónimos que no pierden la oportunidad que le dan, administrando su estampida hasta donde pueda durar.

La palabra saca de quicio al raciocinio. Desde una contundencia por traducir, acelera su lentitud extremándola. Al ralentizar las emociones, que son únicamente las del pensamiento, pone los pelos de punta, y una vez más dificulta el camino de la interpretación: no contribuye a definir nada. El poema es el campo de una insinuación modificada a la cual se llega como propósito intencionalmente equivocado. La desemejanza, en este contexto, se anima a ser incompatible con todo, haciendo oficial su tono en cuanto no dice, en todo cuanto mejor deja para después, librándose de su desenlace, haciéndolo añicos en el lenguaje, situándolo en su mejor desacuerdo, obligándolo a hacer strip tease ante la promesa fallida de significado. La poesía es, por fin, un dato irradiando una complejidad que no ha quedado evidente en ninguno de sus momentos.

Los acontecimientos no son el tema principal de esta poesía, sino la manera en que pueden ser anticipados, lo cual resalta otra paradoja, pues el poema establece un tiempo actual que no es presente completo ni vigente a rajatabla, sino que en verdad es el presente de la mente eligiendo un momento transitivo donde cabe incluir la representación, mejor dicho, el acto previo a la representación. Igual que el cantor de Martín Fierro pidiendo atención a su audiencia porque algo va a ser contado, aquí el lenguaje pide atención porque promete explicar lo que está haciendo ahí, atravesado en el introito de un tono, de un ritmo, de una melodía vampirizada que pide paso y se lo dan. Sin admisión de reconocimiento ni de presencia gratificada que cuenta pero cada vez menos, la escritura hace parte suya la concepción de David Hume respecto a las percepciones sucesivas surgidas a partir del momento en que la causalidad se pone de acuerdo con el azar: “El espíritu es una especie de teatro donde aparecen sucesivamente varias percepciones, donde pasan, vuelven a pasar, se deslizan y se mezclan en una infinita variedad de posturas y situaciones. No se da en realidad ninguna simplicidad en un momento dado, ni identidad en otros diferentes, cualquiera que sea nuestra propensión natural a imaginar dicha simplicidad e identidad. Sólo las percepciones sucesivas constituyen el espíritu, y tampoco tenemos una noción clara del lugar donde se representan las escenas o de qué material están compuestas”.

Parte como son de una lingüística cuya intimidad premeditada destaca la intermitencia del instante absoluto, los paradigmas de la práctica retórica no acontecen en un vacío sino dentro de un núcleo asimilatorio de formas condescendientes. El lenguaje prolonga un anhelo de soberanía, de resistencia al tránsito y al desgaste temporal, agazapándose en una eficacia interior solventada por la densidad espacial y la autodefinición sintáctica, sobre todo esto: la monumentalidad del tiempo sintáctico, en donde el lenguaje deambula por la periferia del mundo empírico experimentado una especie de sonambulismo intencional. La labia sintáctica que tan bien ejercita esta lírica, previene de los presentimientos del significado poniendo de relieve objetos ilocalizables que acontecen en un coto privado que la imaginación puso a disposición de una muy especial manera de mirar, pues de esa disciplina de acción dependen las palabras para confirmar su parcialismo.

El corolario no podría ser más óptimo. La música inmoderada de las palabras emerge ilesa en la topografía sentimental de lo inexplicable. Allí ensaya una canción indebida para seguir buscando el porvenir que ya halló, el intersticio puesto en orden donde convergen lo indecible y los límites de la indecibilidad. La poesía, vaya logro, ha encontrado su residencia en la zona menos fácil del pensamiento, en eso que no puede justificarse pero que igual tiene existencia, y una música vigente “sólo” por ahora.

Esta escritura, tal cual las páginas siguientes permitirán constatarlo, desempeña una actividad atemporalizante. Es un mantra corrosivo. Disuelve aquello que nunca llegará a expresar completamente, eso que apenas balbucea poniéndolo a prueba. Su intermediación queda al servicio de “algo” aconteciendo en una zona inhabitada del tiempo y del espacio y que, sin embargo, representa por contrapartida la actualidad in situ del habla que no ha sido dañada por la posibilidad de estar simultáneamente en otra parte del poema. Para dejar en claro que a su discurrir sin nomenclatura lo motiva una anónima novedad, la poesía de Ernesto Carrión rescata evidencias inexistentes, datos de la percepción que no se han rendido a ningún conocimiento previo. Dispuesta a rastrear con perspectivas remotas las intenciones vacilantes de la mente, el estilo de representación que asume localiza ideas apartadas del conocimiento, pues recién después de haber sido escritas, y sólo recién después, comenzarán a ser pensadas.

3.5.11

NUEVA PUBLICACIÓN DE CASCAHUESOS EDITORES: “VIDA BREVE” DEL POETA PERUANO LOLO PALZA VALDIVIA


Continuando con nuestras grandes publicaciones de poesía peruana, nos complacemos en anunciarles la pronta aparición del nuevo libro del poeta peruano Lolo Palza Valdivia: Vida breve, ganador de la “I Bienal de Arte Víctor Humareda Gallegos” organizado por la Municipalidad Provincial de Lampa en Puno. Palza es una de las voces más interesantes surgida al finalizar la década de los 80 en Arequipa, junto a Alfredo Herrera y Odi Gonzáles. Aquí uno de sus poemas más representativos:


Plática de los ancianos

Finalmente
debes saber

Que tus ojos
apenas pueden tocar lo cierto

Nunca
la verdad de todo lo que existe

Digamos que en la ciudad
Nada es suficiente

Ni romper la norma establecida

Ni andar por todos sus caminos


Sobre el autor:

Lolo Palza Valdivia nació en Puno en 1964. Estudió Arquitectura e Ingeniería Civil en la Universidad Nacional de San Agustín. Fue editor de “Escritos (Plegado de pensamiento poesía y prosa)”, desde 1987 hasta 1991. Ha publicado los libros de poesía Ser cárdeno (Arequipa, 1987), Sub versión o versión menor de la palabra (Ellwangen, Alemania 1988), Ars poética (Arequipa, 1992), Al pie de los campanarios (Puno, 1994), y Naufragio de Noé (Lima, 2000). También ha sido considerado en diferentes antologías tales como Literatura peruana de José Beltrán Peña (Lima, 1992), Poesía viva del Perú de Raúl Bañuelos y Dante Medina (Guadalajara-México, 2005), y Aquí no falta nadie de Walter Bedregal Paz (Puno, 2008), entre otras. Administra el blog Al pie de los campanarios.
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